martes, 26 de mayo de 2009

EUTANASIA Y SOCIEDAD.

El acto de promover la muerte antes de lo que sería de esperar, por motivo de compasión y ante un sufrimiento penoso e insoportable, siempre ha sido motivo de reflexión por parte de la sociedad.
Ahora, esa discusión se vuelve todavía más presente y más actual cuando están en discusión los derechos individuales como consecuencia de una amplia movilización del pensamiento de sectores organizados de la sociedad y cuando la ciudadanía exige más derechos. Todo ello, promovido por la aparición creciente de tratamientos y recursos capaces de prolongar por mucho tiempo la vida de los pacientes desahuciados, lo que puede llevar a un dilatado y penoso proceso de morir lentamente.
La medicina actual, a medida que avanza la posibilidad de salvar más vidas, suscita inevitablemente complejos dilemas éticos que ocasionan mayores dificultades en orden a la concreción de un concepto más ajustado sobre el fin de la existencia humana. El aumento de la eficacia y la seguridad de las nuevas modalidades terapéuticas motivan también problemas en aspectos económicos, éticos y legales como resultado de un empleo exagerado de tales medidas y de las posibles indicaciones inadecuadas de su aplicación. El escenario de la muerte y la situación del paciente terminal son las condiciones que muestran mayores conflictos en este contexto, teniendo en cuenta los principios, algunas veces antagónicos, de la preservación de la vida y del alivio del sufrimiento.
A pesar de los avances científicos, si observamos más atentamente la realidad sociológica actual en las comunidades de nuestro entorno cultural, vamos a comprender ciertamente la complejidad y la profundidad del tema. Hay que dejar claro que la realidad se presenta con una complejidad muy superior, que dificulta la valoración de la oportunidad de la decisión a tomar. Afirmaciones como "incurable", "proximidad de la muerte", "perspectiva de curación", "prolongación de la vida", etc., son posiciones muy relativas y de una referencia, en muchas ocasiones, poco fiable. De ahí la delicadeza y la escrupulosidad necesarias a la hora de enfrentarse con el caso concreto.
La medicina moderna tiene delante de sí un dilema: o continuar siendo una profesión humanística y humanitaria, siendo así respetada, o una nueva y despersonalizada ciencia, cuya finalidad es prolongar la vida en vez de mitigar el sufrimiento humano. Mas finalmente una cosa es cierta: si un individuo está vivo, trátalo. Si se muere, no hay porque mantenerlo artificialmente ligado a los aparatos. No hay media vida, ni media muerte.
Por:Luis Sánchez de Movellán de la Riva,(consultado el 22 de mayo)en
http://es.geocities.com/sucellus23/778.htm

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